Penal cordillera o La prisión de los Andes nos sitúa en un penal en el que cumplen condena cinco torturadores de la dictadura de Pinochet.
En el Penal hacen valer su status pues campan a sus anchas y los militares que los custodian más bien parece que trabajasen para ellos. Pasadas unas décadas y una vez que el pasado ya ha posado, no parece que en ninguno de estos cinco criminales haya el mÃnimo poso de arrepentimiento. Están convencidos de que volverÃan a hacer todo exactamente igual. Y el estado actual de las cosas, incluso los animarÃa a haber ido incluso más allá. Los muertos, los asesinados, son como esa mala hierba que hay que segar sin contemplaciones.
Vemos el dÃa a dÃa de estos octogenarios trasnochados que cuando les informan de un posible traslado a una cárcel convencional, sienten cómo las plácidas aguas en las que viven se verán removidas, con imprevisibles consecuencias.
Felipe Carmona responsable del guion dirige su primera pelÃcula con tino y mano firme. Explicita bien el sentir de estos altos mandos y también demuestra cómo la violencia, la necesidad de matar al otro, de violentarlo y ultrajarlo, no desaparece con las dictaduras, pues sigue ahà latente, al acecho, como se verá en una de las escenas muy duras de la pelÃcula, en sus postrimerÃas, con la abyecta acción que llevará a cabo uno de los militares.
No se prodigan los militares apenas en parlamentos. Es el tono de voz, la altanerÃa y soberbia, su sentirse superiores, el continuo recriminar a los demás, el sentir la verdad de su parte y lo equivocado de la historia para con ellos; son todas estas acciones, miradas y palabras las que tan bien registra Felipe, para decir tanto con tan poco y remover al espectador con una pelÃcula tan estupenda como incómoda que reflexiona sobre el pasado para situarnos en un presente no exento de riesgos y desafÃos cada vez más inciertos.