Hanna y Liv son dos americanas trotamundos que a su paso por Australia aceptan currar en un pueblo del interior, detrás de la barra de un bar, en el Hotel Royal.
A su llegada, un plano aéreo da cuenta de lo inhóspito del lugar. Más tarde, Hanna y Liv ven cómo apuran sus últimos días otras dos chicas jóvenes como ellas, pasto del desenfreno y el alcohol.
Si Liv es más lanzada y apenas para mientes a todo cuánto ve, Hanna, sin embargo, no disfruta del paisanaje local como si se tratase de una aventura, pues siente miedo e inseguridad en todo cuanto le rodea. Y no es para menos, porque veremos que el público del bar son hombres que buscan en el bar un desahogo de toda clase.
Y como todos ellos son una incógnita es difícil saber qué efecto tendrá en ellos la ingesta desmesurada del alcohol, la negación a tener relaciones o a aceptar una cita. La película, y esto va al haber, explicita bien esa tensión reinante, impresa a fuego en la cara de Hanna. Muy bien Julia Garner (a la que Kitty Green también dirigió en la serie The Assistant) que le da a su personaje la fragilidad necesaria para que la trama vaya por los derroteros del terror psicológico. No tanto por lo que sucede sino por lo que puede suceder en aquel ambiente hostil, sórdido, mugriento y amenazante.
Cuando los encargados del Hotel Royal se den el piro, las 48 horas que les resten a las jóvenes antes de partir serán una prueba fuego para explorar sus límites propios y también la naturaleza de su relación como amigas.
Que la historia casi en su totalidad transcurra en el bar hace la historia aún más asfixiante y opresiva, pero hay algo que le falta para que la película reviente por algún lado y creo que se queda en un quiero y no puedo.