He de reconocer que le cogà un poco de paquete a Mateo Gil cuando debutó con Nadie conoce a Nadie, allá por el milenio pasado. Después de su dueto con Amenábar en sus primeros (y otros muchos) proyectos y algún corto como Allamiento de Morada, con grandes resultados, me esperaba más de él como director y en aquella ocasión me defraudó.
Y es que es posible que lo de Mateo Gil sea solo la escritura, porque incluso en aquel oscuro guión de Nadie conoce a nadie, habÃa una trama intrincada, que de no haber sido por el aspecto un poco bizarro y por el tema en si, podrÃa haber dado más chicha.
Este es el caso también de las Leyes de la Termodinámica. La pelÃcula, en general, va de las relaciones de pareja, nada nuevo en ese sentido. La novedad sà que se da en cuanto a como nos cuentan la historia. Vamos, en el guión.
A la vez que se nos cuenta la historia amorosa de Manel con su antigua novia, con la nueva y con la ruptura con ambas, se nos muestra en paralelo un documental con las Leyes de la termodinámica aplicadas a las relaciones amorosas. Ejemplos ilustrativos y explicaciones de parte del protagonista o de las voces de los cientÃficos del documental, dejan más clara esta comparativa. Bueno, no lo he dicho, pero Manel está haciendo una tesis sobre el tema y es a lo que se dedica, es fÃsico.
Como uno de los personajes dice al final comparar la termodinámica con el amor no tiene ningún sentido y eso es lo que le flaquea a la pelÃcula. Como guión trabajado no le pongo peros, pero a la hora de ver la historia, la ralentiza y el pretendido humor que le aporta, está un poco forzado y no tiene demasiado efecto positivo sobre la forma de contar lo que sucede.
La pelÃcula pasó sin pena ni gloria por los cines españoles hace un par de años y puede que las plataformas de streamming le den una nueva vida. Creo que a pesar de ser floja, se lo merece, porque aunque el conjunto sea un poco flojo, sà es una pelÃcula que se deja ver, tiene interpretaciones correctas, sin pasarse de esperpénticas, excepto el protagonista y como decÃa, merece la pena ese encaje de bolillos hecho con el documental y la historia real, aunque no funcione en cuanto ritmo y reste más que aporte a la historia.
Entre las curiosidades ver a Daniel Sánchez Arévalo haciendo poco más que un cameo (creo recordar que no tiene ni frase), haciendo de si mismo.