De Sofia Coppola su primera película, “Las Vírgenes suicidas” me gustó mucho, al tratarse de una película inusual y bien narrada, luego Lost in Traslation me dejó frío, alelado, como su protagonista (quizá porque tanto laurel y premio la habían sobredimensionado y las expectativas eran muchas). De Maria Antonieta había leído más críticas negativas que positivas. Quienes arremetían contra ella, apuntaban que no pegaba ni con cola, hacer una película ambientada a finales del siglo XIX y acompañar algunas escenas con música pop. A mí eso me parece un mal menor, incluso resulta una idea atractiva que no desentona. Hay otras muchas cosas que no funcionan así que la música moderna en una película histórica es una bagatela.
El problema de Maria Antonieta es que se hace larga, lenta y pesada. Tres adjetivos que para cualquier película suponen una “sentencia a muerte”. Larga porque aunque la historia transcurre desde que Maria Antonietta entra en Versalles con quince años hasta el año de la Revolución Francesa en 1789, apenas hay apuntes históricos (es un biopic histórica con poca historia), sino que lo único que se nos muestra es el quehacer diario y monótono de la futura reina de Francia. Lenta, porque en este caso el ritmo flaquea y al final te saturas de ver todo el rato la misma escena: el amanecer de Maria Antonietta rodeada de toda la Corte.
A Kirsten Dunst no la acabo de ver en el papel, que le viene grande, aunque el problema sería más achacable a un guión poco definido, que en su indefinición provoca el hastío y el desinterés, que a la actriz. Además al no tratarse de una película coral, donde la galería de personajes tiene nulo protagonismo, se dimensiona más el fracaso de una película que carga el peso de la historia en una sola protagonista. Entre los secundarios se encuentra Marianne Faithfull o la mofletuda Asia Argento que da vida a la viciosa pareja del Rey libertino.
El suntuoso escenario, nada menos que el Palacio de Versalles donde se rodó la película, el apabullante vestuario y la fotografía son aspectos positivos de la misma, pero su visionado es de caducidad inmediata.
Después de verla, lo único que saco en claro es que la joven María Antonieta, que no estaba hecha para ser reina, ni ella ni nadie con quince años, dedicó su tiempo a vivir la vida a todo trapo, dentro del formalismo a la que la vida en la Corte obligaba, a gastarse el dinero en juergas, licores y bombones, sin tener presente nunca al pueblo, ni lo que éste podía esperar de ella, viviendo su vida de espaldas “al populacho”, de puertas para adentro, en una burbuja de cristal con forma de palacio. La frivolidad de la protagonista contagia a la película que me ha parecido banal y de escaso interés.