Rams. El valle de los carneros (Grímur Hákonarson)

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Título original: Hrútar (Rams)
Año: 2015
Duración: 93 min.
País: Islandia
Dirección: Grímur Hákonarson
Guion: Grímur Hákonarson
Música: Atli Örvarsson
Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen
Reparto Sigurður Sigurjónsson, Theódór Júlíusson, Charlotte Bøving, Jon Benonysson, Gunnar Jónsson, Þorleifur Einarsson, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Ingrid Jónsdóttir, Jörundur Ragnarsson, Viktor Már Bjarnason, Jenný Lára Arnórsdóttir

Como sea que hay películas que pasan ante nuestros ojos sin dejar huella, por el contrario hay otras, y pienso en Border y en la presente Rams, que dejan larvadas los huevos de los recuerdos y me refiero a dos escenas. En una vemos como a un hospital llega un tractor y en la pala de la misma va un hombre que será depositado en la entrada del hospital y, como si se tratara del paquete de un mensajero, sin que él mismo espere a recibir la conformidad de la entrega, desaparece de la escena del crimen, es un decir. La otra escena es memorable, dos hermanos, desnudos, abrazados en un agujero, dándose calor, peleando contra la muerte, mientras el frío y la nieve amenaza con despedazarlos.

La historia que se nos plantea es mínima: las desavenencias entre dos hermanos, ambos ganaderos, y muy distintos, que viven uno al lado del otro, sin hablarse. Uno aficionado a la música clásica, abstemio, manso, bondadoso, el otro con querencia por la bebida, hosco, bronco, autodestructivo.
Una enfermedad que afectará al ganado, el scrapie (enfermedad degenerativa), en aquel paraje inhóspito, desolado, acechado por las inclemencias del frío, permite a los hermanos recuperar aquello que en su día fue. No hay apenas diálogos. Todo es frío, glacial, cortante. La supervivencia fiada a su vez en la de unas pocas cabezas de ganado de la especie local: los carneros.

Sin aspavientos, abundando en lo cotidiano, Grímur Hákonarson, director y guionista, contando con dos grandes actores –Sigurður Sigurjónsson, Theódór Júlíusson- desnuda la naturaleza humana en esta suerte de tragedia griega (ambientada en Islandia) en la que la pantalla actúa como espejo.
Bajo la nieve y como sucede en la Antártida hay volcanes de fuego, lava sentimental, necesidad de tocar y abrazarse, sentir las lágrimas ardiendo sobre las mejillas, baladrear un «querido hermano», proveniente de las fosas marianas del alma, de las simas de un dolor renacido, en aquel punto de encuentro filial y quizás ciego que clausura la película.

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