Dirección y guión: Charlie Kaufman.
Reparto: Philip Seymour Hoffman (Caden Cotard), Samantha Morton (Hazel), Michelle Williams (Claire Keen), Catherine Keener (Adele Lack), Emily Watson (Tammy), Dianne Wiest (Ellen Bascomb), Jennifer Jason Leigh (Maria), Hope Davis (Madeleine Gravis).
Producción: Anthony Bregman, Spike Jonze, Charlie Kaufman y Sidney Kimmel.
Música: John Brion.
Fotografía: Fred Elmes.
Montaje: Robert Frazen.
Diseño de producción: Mark Friedberg.
Vestuario: Melissa Toth.
USA 2008
Hablar de esta película es francamente difícil, debido a su complejidad y el surrealismo que la impregna, así que, aunque ahora empiezo a comentar la película, no sé donde acabaré. Es el debut en la dirección del excelente y original guionista Charlie Kaufman y sigue la estela de sus guiones anteriores. Esta historia es lo suficientemente elaborada y complicada como para que haya elegido dirigirla él mismo. Parece difícil plasmarla en papel y que alguien la hubiera podido dirigir tal y como él lo tenía en la cabeza.
Si revisamos la filmografía de Kaufman como guionista (y productor de sus guiones) ya vemos que no es un contador de historias al uso. Del fantástico surrealismo de Cómo Ser John Malkovich a la autobiográfica Adaptation o la historia de amor diferente de ¡Olvídate de mí!, siempre se ha salido de los cánones cinematográficos.
El título de esta película, Synecdoche [si-nek-duh-kee], es una palabra poco usada en inglés, como tampoco en su traducción al español que sería sinécdoque, pero es una figura lingüística muy utilizada en el día a día, que en el diccionario de la academia viene definida así: “Tropo que consiste en extender, restringir o alterar de algún modo la significación de las palabras, para designar un todo con el nombre de una de sus partes, o viceversa; un género con el de una especie, o al contrario; una cosa con el de la materia de que está formada, etc”. Quizás sea más fácil de entender la definición del María Moliner: “Figura que consiste en designar una cosa con el nombre de otra que no es más que una parte de ella («el pan» para designar los alimentos); o con el de la materia de que está hecha («oro» para designar el dinero); o con el de algo que lleva o usa una persona («faldas» para referirse a las mujeres)”.
El protagonista masculino es Philip Seymour Hoffman e interpreta a un director teatral llamado Caden Cotard cuya vida está llena de cosas y personajes extraños, enfermedades raras y otras lindezas varias. El apellido del personaje ya nos da una pista de su personalidad. Hay una enfermedad llamada el Síndrome de Cotard, entre la hipocondría y la depresión, cosas muy acusadas en Caden y que suele hacer que los que la padecen se crean muertos.
Así al principio de la película vemos como Caden pasa por urgencias, de ahí al oftalmólogo, neurólogo y otros tanto médicos. De repente le salen ampollas en la cara, tiene convulsiones o alucinaciones y siempre piensa que se va a morir, pero sigue viviendo en su particular mundo, en el que ve su rostro en vallas publicitarias, anuncios, series de dibujos animado…
Pero un buen día su mujer la abandona y se va a vivir a Europa, llevándose con ella a la hija de ambos, de 4 años. Por suerte la niña se deja su diario encima de la almohada y durante los años siguientes él lo va leyendo y viendo lo que es de su vida en los años posteriores (otro de los toques de surrealismo). Mientras tiene algunas fugaces relaciones que no llegan a funcionar del todo debido a su aguda depresión, sobre todo con Hazel, una secretaria perdida por él y Claire, la actriz principal de su obra con la que acaba casándose y teniendo una nueva hija a la que no considera como tal e ignora frecuentemente.
Es entonces cuando recibe una cuantiosa beca y se decide a llevar a cabo la obra teatral más grande jamás realizada, basada en su propia vida. A partir de ahí la historia da un giro total y todo se centra en esa obra. Alquila una gigantesca nave y pasará el resto de su vida con los ensayos de esa obra, que escribe sobre la marcha.
Para interpretarlo a él aparece un hombre que llega siguiéndolo y espiándolo durante 20 años y lo conoce mejor que él mismo. El hombre se mete tanto en el papel que se confunde con el propio Caden. Su última esposa y musa, Claire, es la única que se interpreta a si misma, con los problemas que eso le causa y vemos como cosas que le suceden un día, la están ensayando al día siguiente en los fastuosos decorados creados para la ocasión y que recrean toda la ciudad.
La cosa va aumentando en complejidad, sólo hay ensayos, nunca llegan a estrenar la obra, que se va escribiendo día a día, con Caden y el hombre que lo interpreta y que se considera él a la gresca todo el día y luchando por las mismas mujeres.
Como decía al principio, es muy difícil poder plasmar en palabras todos los matices de la historia, la decadencia de Caden y los que lo rodean y los toques de la historia, como la casa llameante en la que vive Hazel, el decorado recurrente, que encierra al propio hangar dentro del hangar, en el que unos actores que interpretan a los actores hacen también su propia representación.
Hay que destacar el elenco femenino que secunda a Hoffman, entre las que está Samantha Morton, que interpreta a Hazel, en un papel algo más relevante que el resto de sus compañeras. Catherine Keener, que ya trabajó con Kaufman en Cómo ser John Malkovich interpreta a su primera mujer, pintora de grotescos cuadros de desnudos en miniatura que hay que ver con lupas y aparece principalmente al inicio. Un póker de buenas actrices completan el elenco: Michelle Williams, como su segunda mujer y protagonista de sus obras y en papeles menores Jennifer Jason Leigh, Emily Watson y Dianne Wiest.
En definitiva, una película muy diferente, tediosa en algunos momento por lo inexplicable, divertida en otros y rallando la locura en la mayoría. Muchos pensarán que a Kaufman se la ido la olla, ha hecho absolutamente lo que ha querido y comercialmente la película no creo que tenga mucho tirón porque no es “vendible”. Es arriesgada, personal, tristona y pesimista, aunque la dirección de actores y la elección de éstos no podía ser más acertada dados sus fines. La fotografía y decorados es también la ideal para lo que se ha hecho y en eso tendrá mucho que ver el director, que ha hecho una película a su medida, gastándose sus buenos veintitantos millones de dólares en ello, de los que ha recuperado en taquilla de momento en Estados Unidos una mínima parte, ya que el estreno se ha realizado a muy pequeña escala. Quizás sea tan personal que sea muy difícil que el gran público la llegue a comprender o se interese por ella. Igual que resulta complicado hablar de ella, lo es recomendarla, a no ser como mera curiosidad, aunque no me atrevería a decirle a nadie que le gustará. Si estás deprimido, esta peli te puede dejar aún peor.
Eso sí, como festivalera, la película es muy valiosa, y ha sido exhibida en varios de ellos, con una productiva ruta de premios tanto en festivales como en asociaciones de crítica. Quizás los más importantes los conseguidos en los Independent Spirit Awards. En los Oscars 2009 se quedó a las puertas, siendo una de las semifinalistas al mejor maquillaje, metiendo también una canción entre las finalistas y apareciendo siempre entre las favoritas, aunque como segundona.
Que yo sepa por ahora no hay fecha de estreno prevista en España y sabiendo cómo les va en taquilla a estas rarezas, igual la vemos directamente en las estanterías del videoclub. A pesar de que la cosa no le haya salido redonda, como suelo decir, este tipo de películas arriesgadas, diferentes y originales, son de las que se deben hacer, porque el cine sigue siendo un arte, y a veces el arte, tiene ese punto de incomprendido/incomprensible (sin pasarse).
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