Dirección: Michael Mayer.
País: USA.
Año: 2004.
Duración: 96 min.
Género: Drama.
Interpretación: Colin Farrell (Bobby Morrow), Robin Wright Penn (Clare), Dallas Roberts (Jonathan Glover), Sissy Spacek (Alice Glover), Wendy Crewson (Isabel Morrow), Ryan Donowho (Carlton Morrow), Asia Vieira (Emily), Jeffrey Authors (Frank), Ron Lea (Burt Morrow), Matt Frewer (Ned Glover), Barna Moricz (Wes), Joshua Close (Reiner).
Guión: Michael Cunningham; basado en su novela.
Producción: Tom Hulce, Christine Vachon, Katie Roumel, Pamela Koffler, John Wells, John N. Hart Jr. y Jeffrey Sharp.
Música: Duncan Sheik.
Fotografía: Enrique Chediak.
Montaje: Andrew Marcus y Lee Percy.
Diseño de producción: Michael Shaw.
Dirección artística: Edward Bonutto.
Vestuario: Beth Pasternak.
La película se nos vende como otra obra del autor del libro, luego llevado a la pantalla grande, Las Horas, Michael Cunningham. No sé como será el libro pero la película es aburrida. Nos cuenta la relación de dos amigos, desde su niñez y adolescencia, unidos por el amor. Más bien, por lo que vemos es uno de ellos el que ama y el otro de se deja querer, sin saber muy bien éste último que es lo que quiere, dispuesto a acostarse con mujeres y con hombres, maticemos, con un único hombre, su amigo. La escena en la que los dos adolescentes se pajean manualmente mientras yacen acostados en dos camas juntas, es lo mejor de la película.
Comienza la historia en los años sesenta en Cleveland y luego se reencuentran en los ochenta, doce años después en Nueva York, donde es más fácil dar rienda a los instintos sexuales, lejos de dedos acusadores. El tema de la homosexualidad crea problemas familiares. La madre de uno de ellos no sabe como gestionar esa situación, cuando los ve tocándose dentro de un coche.
En esa relación se introduce una mujer que pondrá en jaque la amistad y el amor de los dos hombres. Si tuvo algo de repercusión esta película, algo que dudo, sería porque en la nómina de actores y actrices tenemos actores de tirón comercial como Collin Farrel, Robin Wright Penn o Sissy Spacek. Si bien quien más brilla es el menos conocido Dallas Roberts, que afronta bien su personaje, su condición sexual, en esos años, los 80, en los que ser homosexual implicaba ser diferente, que mantenía encuentros furtivos con otros hombres obligado a pelear a la contra, día a día.
Farrell que traga con lo que le echen afronta este papel sin aportar mucho a su personaje. Primero con el pelo largo y luego con el pelo corto. Interiormente y esto es la médula de cualquier personaje, no vemos ningún cambio. Su personaje es muy paradito de por sí y su gris personalidad no logra transmitirte nada. Robin Wright Penn que completa el triángulo es vestida de época (estética años 80), fuma porros mientras escuchan canciones de Led Zeppelin y su personaje es tan deslavado y anodino como el de Farrell.
La mayor pega de la historia es su poco mordiente, su falta de garra. Una película de uñas limadas que no levanta ampollas, ni atesora por ello epiteliales, porque a pesar de tener la oportunidad de ser un film transgresor, de mostrar esa época de cambio y liberación, de haber acometido algo más dramático o social, su planteamiento se reduce a una caricia, a un soplo de aire fresco detrás de la oreja, una pisada en la arena que la marea borra y lanza al olvido inmediato.
Resumiendo, una casa o una película en el fin del mundo, que puede quedarse allí para siempre, pues nada hay en ella que nos anime a acercarla, a guardarla en el baul de esas películas imprescindibles que queremos forme parte de nuestra vida.