Dirección y guión: Alexander Sokurov.
PaÃses: Rusia y Francia.
Año: 2007. Duración: 95 min.
Género: Drama.
Interpretación: Galina Vishnevskaya (Aleksandra), Vasily Shevtsov (Denis), Raisa Gichaeva (Malika), Evgeni Tkachuk, Rustam Shakhgireyev, Alexander Aleshkin, Konstantin Gaiduk, Valentin Kuznetsov, Sergei Lobsev, Ali Aliev, Sultan Dokaev, Alexander Udaltsov.
Producción: Andrei Sigle.
Música: Andrei Sigle. FotografÃa: Alexander Burov.
Montaje: Sergei Ivanov.
Diseño de producción: Dmitri Malich-Konkov.
Vestuario: Lidiya Kryukova.
De entrada comentar dos cosas. Aleksandra, después de haber comentado en esta blog 1186 pelÃculas, es la primera pelÃcula rusa que he visto, asà que he creado una categorÃa para las pelÃculas de este paÃs. Segundo decir que la he visto en DVD y los extras no pueden ser más mÃnimos. Se reducen a dar algo de información, también muy escasa, sobre el director y la actriz protagonista. Nada más. No hay making off, ni una entrevista con su director, ni nada de nada.
Aleksandra es una mujer rusa mayor que decide ir a visitar a su nieto, con el consentimiento de este, al campamento militar donde trabaja, en territorio Checheno (vale la pena leer Chechenia, La deshonra Rusa, de la periodista asesinada Anna Politkovskaya). La llegada de Aleksandra es casi como un viaje hacia los infiernos, pues la buena mujer debe montar en trenes, camiones hasta arribar a su destino, totalmente agotada y agobiada por el calor.
Ahora que su marido ha muerto, Aleksandra trata de buscar el afecto en sus seres queridos, nada menos que en su nieto. Aleksandra una mujer hecha a sà misma, aguerrida y sufridora, quien ahora que está sola, anhela una compañÃa, algo de cariño, el rescoldo del afecto y tiene gracia que vaya a encontrarlo precisamente entre los chechenos, entre una población bombardeada, aniquilada por el ejército ruso, tras conocer en un mercadillo a una mujer que la abrirá las puertas de su casa y de su alma. Tendrá Aleksandra la ocasión de conocer también a un joven checheno que la acompañará de vuelta al campamento, que anhela la libertad, y que mientras tanto debe vivir en un edificio del que solo quedan jirones.
El estado anÃmico de los personajes va a juego con la fotografÃa la cual nos ofrece o bien fogonazos de luz blanca, o bien tonos grisáceos, o marrón terroso. Aleksandra una vez en el campamento se moverá por él a sus anchas y asà vemos a un puñado de hombres perdidos en medio de la nada, como abandonados a su suerte, malgastando su vida lejos del hogar, de la familia, embruteciéndose pues no hay tiempo ni ocasión para el amor, para el afecto, para el lirismo, donde cada uno debe componer su máscara sobre el rostro, una máscara de acero que no deje translucir ningún sentimiento, endurecer los efectos, cristalizar las emociones para que nada pueda afectarlos.
No es Aleksandra una pelÃcula de diálogos, sino de miradas, de primeros planos, de silencios, de esperas. Cine de autoexploración, de contemplación y análisis de la realidad, que no requiere de personajes verborreicos, ni de grandes discursos. Un edificio casi en ruinas es tan explÃcito que requiere pocas explicaciones.