Dirección y guión: Santiago Amigorena.
Título original: Quelques jours en septembre
Países: Italia, Francia y Portugal.
Año: 2005. Duración: 110 min.
Género: Drama, thriller.
Interpretación: Juliette Binoche (Irène), John Turturro (William Pound), Sara Forestier (Orlando), Tom Riley (David), Nick Nolte (Elliot), Mathieu Demy (joven banquero), Saïd Amadis (banquero anciano).
Producción: Paulo Branco.
Música: Laurent Martin. Fotografía: Christophe Beaucarne.
Montaje: Sarah Turoche. Diseño de producción: Emmanuelle Duplay.
Vestuario: Isabelle Baudry.
Hablamos de una película francesa del año 2005, que transcurre buena parte de ella en una desconocida Venecia, carente de su consustancial glamour. Sí, hay canales y vemos la Plaza de San Marcos pero más que nada se nos muestra habitaciones y azoteas bajo un cielo sucio y gris. Estamos en el año 2001, diez días antes del atentado contra las Torres Gemelas. Elliot es un espía americano que ha decidido desaparecer del mapa. Tiene información de primera mano sobre lo que ocurrirá el 11 de septiembre (lo que coincide con información oficial según la cual el Gobierno Americano estaba al tanto del posible atentado, sin que tomara cartas en el asunto y evitara lo sucedido. Tras aquello surgió la -war on terror-, la criminalización de los árabes y un desangramiento de la economía americana en las invasiones emprendidas en Irak y Afganistán que ha dejado a los americanos en la bancarrota).
Elliot contacta con Irene, agente secreta francesa con quien trabajó en el pasado y a quien le pide un favor. Quiere el espía reunir a su hija Orlando a quien dejó abandonada hace años con su hermanastro David. La idea es que estos reciban un dinero como herencia si a su padre le sucede algo, lo cual es muy probable habida cuenta de la información con la que cuenta, información sobre la cual se mueven importantes cantidades de dinero.
Irene cumple su misión y cual si de una road movie se tratara decide moverse en tren con los dos jóvenes a Venecia donde han concertado un encuentro con Elliot. La historia resulta extravagante y la manera en la que está rodada también. Se inicia y finaliza la historia con planos desenfocados. Irene deja a menudo sus gafas a un lado, para poder ver las cosas de otra manera. El espectador va a su vez atando cabos, sorprendido de ver como hay un asesino, un tal Pound, personaje excesivo, que exorciza sus demonios de charla al móvil con su psiquiatra, al tiempo que mata a sus víctimas y se regala los oídos con lecturas de los clásicos.
A su vez, como es de esperar, la relación inicial de Orlando y su hermanastro David no es buena. Una es francesa y el otro americano y tienen muchas cosas que reprocharse entre ambos. Ahí la película resulta bastante plomiza. Luego, el conocimiento mutuo, el marco embriagante de la ciudad de Venecia, el tiempo libre y demás circunstancias hace que surja la pasión entre ambos. Si el sexo es bueno, el incesto es aún mejor, dice David a modo de broma.
No nos hallamos ante una película de espías, ni de intriga, tampoco una comedia o un melodrama, no es un thriller político, ni un film denuncia. Algunos días de septiembre es más bien una singular propuesta con la que Santiago Amigorena que debuta en la dirección quiere demostrar que lo que vemos, con gafas o sin ellas, se nos ofrece como una nebulosa inextricable, que la desinformación y las mentiras lo contaminan todo y que nada es lo que parece. Por eso los espías, los asesinos y las agentes secretos parezcan un chiste, nada creíbles y la mismo tiempo veraces, desprendido todos ellos de la aureola que el cine ha otorgado siempre a estas profesiones.
La fotografía aséptica y estilizada, a tono con el cielo gris y plomizo en el que se mueven los personajes contribuye a aumentar la tensión del inminente final y tiene al mismo tiempo algo magnético como de péndulo ensimismador. Juliette Binoche brilla en cualquier papel, incluso aquí, encarnando a una peculiar agente secreto, está magnífica. Turturro me resulta muy pasado de rosca, en un papel excesivo, muy marcado, mientras que Nick Nolte, se asoma por la pantalla, si bien no aparece en el poster de la película. Los jóvenes, Tom Riley (que debutó con este film) y Sara Forestier (El Perfume), cumplen sobradamente.
Para coleccionistas de rarezas y singularidades esta producción francesa colmará el ánimo de los insacaibles cinéfilos que busquen experimentar sensaciones nuevas lejos del olor de la pólvora y del frenesí de alocadas persecuciones. Sí, otro cine es posible.