[Análisis] Whiplash (Damien Chazelle, 2014)

«Música y obsesión.»

Es inevitable analizar una película libremente sin caer en destriparla cual autopsia, así que este es vuestro aviso de que este análisis contiene SPOILERS, dadle una oportunidad si no la habéis visto, porque merece la pena.

Vi esta película por primera vez en 2015. Me gustó, me pareció una historia con mucho corazón sobre el sufrimiento que requiere la perfección a la hora de seguir tus pasiones en la vida. Andrew un crío obstinado pero dispuesto a lo que necesite para llegar a la cima de su talento, Fletcher un mentor frío y despiadado que apostaba por Andrew y que hizo lo necesario para empujar a Andrew a su máximo potencial, a ser el prodigio que merece ser.
¿Esa escena final? Andrew lo ha conseguido, y Fletcher da su aprobación.

Lo que hacen siete años y mucha, mucha terapia, amigos.

Desde la primera interacción entre Andrew y Fletcher esta vez, todo mi cuerpo se ha puesto en tensión. Mis sentidos y mi cerebro trabajando a mil por hora para estar preparados en esa reacción de huída, lucha o parálisis. Casi puedo oler el peligro a través de la pantalla.
Y ni siquiera ahora, ya acabada la película, consigo relajar la mandíbula. 

Esa catarsis de la escena final se ha convertido en unos puntos suspensivos tortuosos, porque ya no está ahí, porque esta vez veo que la sonrisa de Fletcher no significa nada más allá de los breves segundos que existe – nunca lo significó, y eso es lo que no vi en 2015. La película quería mostrar algo con su impresionante historia, pero es un arma de doble filo: si no sabes qué te quiere trasmitir realmente, la historia te aleja del mensaje.
Eso sí, una vez tu cerebro aprende a ver lo que te quiere transmitir, esta película lo hace tan bien que la historia que muestra pasa más allá de un segundo plano, se convierte en ruido de fondo.

Perfección. Esfuerzo. Superar límites. Dar tu vida por algo. Sufrimiento.
De esto habla la película, ¿no? Sí, lo hace.
Pero el público lo aprecia del modo base de una persona cualquiera lo haría, como es normal, no del modo que alguien que haya llegado a rozar con la punta de los dedos la muerte en su propio camino para llegar a una percepción personal de la perfección realmente lo entiende.

Esta historia, como las guerras, no tiene final feliz. Sólo personas vencidas por unas expectativas imposibles, que saborean una falsa sensación de victoria, plenitud y logro durante lo que dura una sonrisa. La imagen se desvanece, y mientras en pantalla puedes ver los créditos, la parte de ti que por suerte o por desgracia realmente entiende, ve cómo esa sonrisa no es un final. Es un marcador más en un camino que nunca deja de ser una penitencia, un martirio sin un dios por el que morir.
¿Un dios? Una diosa. La perfección. Sólo la perfección es una deidad por la que merece la pena esta muerte en vida, es la dulce promesa del todo.
Y como músicos, como escritoras, como científicas… como personas, aquellas que nos dejamos embaucar por el tan etéreo como irreal concepto de la perfección, no queremos ver que el único camino es el sufrimiento más agónico y ni nos imaginamos que siempre habrá una cosa a la que llegaremos antes que a esa meta.
Porque como seres humanos complejos pero sobre todo, temporales, no cabe en nuestras cabezas que, antes de que nos llegue a abrir sus brazos la perfección, tenemos que cruzar las puertas de la muerte.

Un poco extremo, quizá. Desde fuera. Dicho de forma más directa: si tu meta en la vida es la perfección, no tendrás meta ni tendrás vida.

Entre todo el caos de relación abusiva mentor-alumno que no tiene nada positivo que extraer ni ningún mérito más allá de una persona rota rompiendo a otras, el proceso mental y emocional de Andrew es dolorosamente visible.
Fletcher no le metió ideas nuevas sobre potencial a Andrew en la cabeza. Ya estaban ahí, esperando la cerilla, cubiertas de gasolina. Y Fletcher fue esa cerilla. Y ya de paso, abanicó las llamas con la misma falta de humanidad que Andrew mostraba por sí mismo.
Es muy difícil, hasta para la persona más llena de odio, llegar a sentirlo por otra persona cegada por la búsqueda de perfección al nivel que esa persona lo siente por sí misma.
Andrew pasa de ser un joven con un sueño a una persona completamente rota que va a tener que trabajar constantemente para recuperarse de su experiencia… o dejarse consumir completamente porque, ¿quién podría culparle después de semejante batalla a la cima por no tener fuerzas para luchar?

Whiplash es un impresionante estudio de los extremos a los que nos puede hacer llegar nuestra mente cuando genuinamente no hay diferencia para nosotros entre «ser suficiente» y «alcanzar la perfección«. Y, por encima de todo, del rastro de destrucción cuando no sólo nos lo autoexigimos, sino que las expectativas externas de aprobación, validación o respeto requieren de esa idea de potencial aprovechado.

No es que el sufrimiento sea el único camino hasta nuestros potenciales, es que cuando tu meta siempre se aleja al acercarte a ella, porque la alejas tú mismo… te conviertes en tu peor enemigo, y en la fuente de tu propio sufrimiento.

Podría decir que como persona perfeccionista a nivel patológico sé de lo que hablo, pero no lo sabré tanto si a pesar de todas las palabras escritas no me permito tomarme este texto realmente en serio. La única elección para alguien perfeccionista está entre hacerlo perfecto a la primera, como mínimo extraordinariamente rápido o… no hacerlo. 

No puedes fallar si no lo intentas se ve como una excusa, pero en este caso cambiando el ángulo de la frase a «si lo intentas, que fallar nunca sea una opción» vemos el problema. Simples versiones mentales de ilusiones ópticas.

Pero os diré mi elección personal. No hagas nada nuevo pero mucho menos pongas esfuerzo en algo que ya haces, porque así tendrás una excusa no conseguir algo que te parezca «suficiente» como resultado.
¿Lo más triste? Esa excusa sólo tendrá un uso; repetirla como un mantra cada noche para poder conciliar el sueño.

Y mientras tanto seguiré viendo a la gente citar ese «There are no two words in the English language more harmful than ‘good job’.» – Whiplash (2014) como el epítome de nunca conformarse del mismo modo en el que citar «And the danger is that in this move toward new horizons and far directions, that I may lose what I have now, and not find anything except loneliness.» – Sylvia Plath, como palabras de ánimo frente al terror desconocido.

Probablemente nada de esto tenga mucho sentido, o al menos no el que tenía mientras lo ponía en palabras, pero igual que un gran solo de batería provocando la sonrisa de tu mentor, voy a permitirme creerme la fugaz mentira y a decirme «es suficiente«.

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