Dirección: Kim Rossi Stuart.
País: Italia. Año: 2006. Duración: 108 min.
Género: Drama.
Interpretación: Kim Rossi Stuart (Renato), Barbora Bobulova (Stefania), Alessandro Morace (Tommy), Marta Nobili (Viola).
Guión: Linda Ferri, Federico Starnone, Francesco Giammusso y Kim Rossi Stuart.
Producción: Carlo Degli Esposti, Giorgio Magliulo y Andrea Costantini.
Música: Banda Osiris.
Fotografía: Stefano Falivene. Montaje: Marco Spoletini.
Diseño de producción: Stefano Giambanco.
Vestuario: Sonoo Mishra.
No es corriente ver en la pantalla grande los problemas a los que debe enfrentarse un un padre con dos hijos a su cargo y una mujer que va y viene como la marea dejando arenas de soledad y corazones partidos a su alrededor.
Renato, el padre de familia, está desesperado, apenas tiene trabajo y se ocupa en solitario de sacar adelante a sus dos hijos; una niña de unos doce años Viola, y Tommy un niño algo menor. La situación se le va de las manos, y enseguida le da unos prontos de ira descontrolada, haciendo que ponga el grito en el cielo por chorradas, pero que sumando unas con otras, cuando la saturación es tal, al final hace que cualquier gota rebose el vaso. Los hijos por su parte hacen lo que pueden, y su falta de limpieza en el hogar exaspera al padre, que no sabe cómo reconducirlos.
Un buen día aparece la madre, Stefania, en casa, por la noche, pidiendo clemencia. Renato, de primeras la llama de puta para arriba y la quiere poner de patitas en la calle, sabedor de como se las gasta su mujer, pero finalmente y tras valorar la situación decide darle otra oportunidad, consciente de que sus hijos necesitan la figura materna, al tiempo que él se verá liberado de la responsabilidad exclusiva de críar a sus vástagos y tendrá así un respiro.
Parece entonces que la vida puede ser maravillosa, que cabe restablecer el equilibrio y poner algo de sosiego y alegría en sus existencias. Pero como si de un combate de boxeo se tratara en cualquier momento puedes besar la lona conmocionado. Stefania se irá igual que vino, y Renato vuelve a sufrir otra decepción y ni su ira, ni sus lágrimas logran reconfortarlo.
Su hijo Tommy que practica la natación le da un disgusto a su padre cuando en medio de una carrera deja de nadar para decirle después que a él nadar no le gusta, cuando el padre ve en él un fenómeno de la natación y le presiona para que llegue a algo.
Que Tommy entable amistad con un niño de su edad, de familia acomodada, que pasará a residir en el inmueble tampoco mejorará las cosas, porque Tommy seducido por la aparente felicidad que impera en la casa de su amigo, tratará de pasar más tiempo con éste, descubriendo el placer de la pesca e incluso valorará la posibilidad de irse de vacaciones con su «nueva familia».
Pero ante las situaciones adversas, no cabe más remedio que o bien tirar la toalla o recomponerse, así que Tommy habrá de madurar a marchas forzadas, no desear sólo su bienestar personal, sino conciliar sus deseos dentro de la unidad familiar y aunque la vida quizá sea una mierda, siempre hay lugar para el perdón y para un abrazo. El padre y el hijo se necesitan mutuamente, como el fuego necesita el aire para alimentarse y si vivir no es placentero Renato solo quiere algo de paz, alejar el dolor de sus carnes flageledas.
Kim Rossi Stuart (Romanzo Criminale) dirige y da vida al actor principal (Renato). La producción, con una puesta en escena austera, tal como precisa la historia, nos brinda un dramón en toda regla, con la sensibilidad precisa para no convertir esta película en un producto inane y lacrimógeno. Los niños convencen en sus papeles y si bien Kim Rossi Stuart resulta algo histriónico en sus ataques de ira, parece compensar ese lado volcánico e irrefrenable con otros momentos musicales donde se le ve más distentido y bufonesco. Muy interesante me ha parecido el papel de Stefania (Barbara Bobulova, vista en Cuore Sacro, La spettatrice), como esa madre que no quiere complicaciones, la cual no está hecha para ser madre y sólo aguanta a sus hijos un rato, sin ser consciente de las implicaciones que sus actos tienen (sus inopinadas y fugaces apariciones),como la escena final en la que entregará a su hijo una foto de ella con Tommy, junto a una carta, con la esperanza de que no la olvide, asegurándole que siempre va a estar ahí, más bien diría yo como una presencia fantasmal que alguna vez, rara vez será corpórea, fomentando entonces de nuevo el dolor y la ruptura, como si la vida fuera eso: un bucle doloroso.
Creo que el director muestra la vida tal cual es, con sus aristas y zonas de penumbra. La vida ni es bella ni de color rosa, sino corta y a menudo traumática, la felicidad es un espejismo y dura menos que nada.
La vida sólo dura un rato, y es todo lo que tengo para estar contigo, canta Fito. Aprovechen pendejos, que esto es un suspiro (infernal)