Dirección: Michael Caton-Jones.
Países: Reino Unido y Alemania.
Año: 2005.
Duración: 115 min.
Género: Drama.
Interpretación: John Hurt (padre Christopher), Hugh Dancy (Joe Connor), Dominique Horwitz (capitán Charles Delon), Clare-Hope Ashitey (Marie), Nicola Walker (Rachel), Louis Mahoney (Sibomana), David Gyasi (François), Jack Pierce (Mark), Steve Toussaint (Roland), Victor Power (Julius).
Guión: David Wolstencroft; basado en un argumento de Richard Alwyn y David Belton.
Producción: David Belton, Pippa Cross y Jens Meurer.
Música: Dario Marianelli.
Fotografía: Ivan Strasburg.
Montaje: Christian Lonk.
Diseño de producción: Bertram Strauss.
Vestuario: Dinah Collin.
En Ruanda en cuatro meses de 1994 murieron 800.000 personas a machetazos. Eran Tutsis, negros y residían en África. El país no tenía nada que interesara al primer mundo así que Estados Unidos no intervino y la ONU se dio el piro, abandonando a los tutsis a su suerte. Ellos estaban allí para gestionar la paz, para supervisarla, no para imponerla o establecerla. Ser tiquismiquis en cuanto a la interpretación de los términos lingüisticos empleados, supuso que cuando la situación se tiñió de sangre, las fuerzas de la ONU pusieron a buen recaudo a los Europeos que vivían allí, abandonando al resto a su suerte.
La historia se centra en una escuela técnica donde el joven Joe ejerce de profesor y un cura Christopher imparte la palabra de Cristo. ¿por qué no se hizo nada al respecto?. Las imágenes llegaron al primer mundo, en los telediarios veíamos gente destrozada, cuarteada a machetazo limpio, pero los que toman las decisiones, no lo veían claro, aquello no parecía ser un genocidio, y cuando se tuvo claro que se había producido una limpieza de sangre, la cifra de muertos llegaba al millón y los perros tenían la panza llena.
A pesar de tal trágico lance, la película no ahonda en la tragedia, así que se ve con comodidad. Al final cuando deben irse, todos menos el cura, que en el sacrificio ve el modo de saldar deudas y reafirmar su fe, el gran fallo que tiene la película es pretender tocarnos la fibra con la marcha del joven y guapo profesor Joe, que a pesar de sus creencias, no está dispuesto a morir, en lugar de conmovernos porque todos los negros tutsis que quedan en la escuela serían minutos después de dejar las fuerzas de la ONU el lugar, masacrados a machetazos.
Espero que veamos alguna película que provenga de Ruanda, que cuente la historia desde su punto de vista. Ahora Ruanda, como la guerra en los Balcanes, de vez en cuando saltan a la gran pantalla, para contarnos lo mal que está el mundo y las burradas que se cometen, pero al final la crítica resulta muy poco contundente y lo que podemos preveer visto como está el percal es que hechos similares pueden volver a suceder.
Los fines humanitarios quedan supeditados a los intereses económicos. Sabemos también que la vida de un blanco vale más que la de un negro, para los medios de comunicación. En la guerra civil que ocurrió en España murieron 500.000 personas, durante tres años. Se han escrito toneladas de libros y se han rodado otras tantas películas sobre ello. En el futuro habrá más. Sin embargo en Ruanda los muertos fueron casi el doble y solo en cuatro meses. Muchos no saben aún hoy que pasó en Ruanda y aunque se pueda soltar alguna lagrimilla, cuando la película despliega sus artes melodramáticas, me temo que servirá de poco, reducida esta limpieza de sangre a un pie de nota en la Historia (del primer mundo, mundo occidental, o como quieran llamarlo). No obstante se agradece la propuesta que a pesar de sus limitaciones muestra como la naturaleza es capa de lo mejor y de lo mejor, de la barbaria y el sacrificio personal para salvar unas vidas. Así somos y así nos va.
La película está basado en hechos reales y lo que ocurrió en la escuela es una parte de la barbarie y genocidio cometido. Así el cura sacrificado se llamaba Vjeko Curic.
Michael Caton Jones | Instinto básico 2
John Hurt | La llave del mal | V de vendetta