Echando la vista atrás y tras el reciente fallecimiento a los 78 años de Raffaella Carrá podemos ver esta película como una especie de homenaje en vida a la cantante italiana con cuyas alegres canciones y presencia tanto disfrutamos en España durante años. Dicho esto, el cameo que hace en la película, podía haber sido algo más glamuroso, aunque supongo que las circunstancias no serían apropiadas para ello.
Las canciones de Raffaella Carrá
De lo que sí disfrutamos de nuevo con esta película son de las canciones de Raffaella que tantas veces hemos escuchado, bailado y tarareado. Curiosamente desde que he visto la película tengo en la cabeza dando vueltas, algo que siempre pasa con estas canciones, una que no sale en la película. La gente se vuelve al pasar a su lado oyéndome decir: «Una mujer en el armario. ¡Qué dolor! ¡Qué dolor! «. Bueno, no es para tanto, pero me entendéis.
Quizás el título de la película sea acertado ya que esa es la canción que hizo famoso su enérgico movimiento de cabeza y media melena. Un look y unos movimientos que han acompañado a la artista durante toda su vida.
La historia de Explota Explota
Pero vayamos a la película. No nos cuenta la historia de Raffaella en su periplo por España y por el mundo, ni sus éxitos musicales (seguro que algo hay en marcha porque da para eso). Lo que nos cuenta es la historia de María (Ingrid García Jonsson) de la que poco sabemos salvo que se ha venido a España con un vestido de novia, una mano delante y otra mano detrás.
Gracias a conocer a Amparo (Verónica Echegui), a los 3 meses está alojada con ella y comparte trabajo en el aeropuerto de Barajas. Ah, y le gusta viajar y se le da bien.
A partir de ahí la casualidad hace que conozca a un chico, y que al ir a llevarle la maleta que ha perdido al trabajo, en Televisión Española, la fichen como bailarina para el mejor musical de la cadena y que ven, como todo en la tele de aquellos años, estamos en el 1973, 30 millones de espectadores.
Al final veremos un epílogo musical en el que todos han evolucionado, que tampoco me acaba de convencer.
Las dos protagonistas se convierten en una especie de Don Quijote y Sancho Panza, en la que la escudera en este caso tiene que ayudar a la «caballera» a vencer a su gigantes, que no son molinos sino su propio miedo. Un poco forzada la comparación, como las canciones en la peli.
El aliño de las canciones de Raffaella
Esta historia se aliña con las canciones de Raffaella Carrá, que no están tan integradas en la historia como sucede en otros musicales, básicamente porque no hay mucha historia. Es tan simple como lo que hemos contado, una chica que por azar logra una vía de cumplir su sueño, sazonado con una historia de amor con impedimentos, ya que ella es muy «lanzada» para la época y él es el censor de TVE.
Los números musicales son entretenidos pero parece que le falta un poco de profundidad a la historia, que pasa por todo de puntillas para poder meter el siguiente número musical.
Personajes sin carisma
Las actuaciones no son acordes con lo que la película requería. Los personajes no tienen ningún carisma y al no conocer tampoco mucho sobre ellos es difícil empatizar.
Además el tono de comedieta que le dan no es el que necesitaba la película. El personaje principal de Ingrid García Jonsson es el que más se toma todo en serio, y creo que es lo que más hubiera funcionado con el resto.
Especialmente esperpénticos son los del director del programa, Fernando Tejero y del censor Pedro Casablanc, que cada vez que aparecen te sacan de la historia. Y mira que en este segundo caso un censor ya es de dar miedo de por si.
Al de Verónica Echegui le sobra el acento andaluz, para que no quede tan estereotipada. De Natalia Millán, que es la estrella del musical, a ratos sí la veo seria, otros haciendo de diva. Están poco aprovechados sus dotes artísticos y le podían haber sacado más chicha.
Del prota masculino, Fernando Guallar, no es que no me haya gustado, pero todo el rato me recordaba, más que nada por su dicción, a Miguel Ángel Silvestre, sobre todo al personaje que interpreta en 30 Monedas. Me ha costado por ello cogerle toda su gracia.
La velada referencia a la homosexualidad también se queda en agua de borrajas, no lo acaban de abordar con ímpetu y se queda en un quiero y no puedo.
Colorista y animada
Lo que no se le puede reprochar es la puesta en escena. Esos decorados coloristas, esa fotografía luminosa y esa omnipresencia musical es lo que se esperaba de un musical basado en canciones de Raffaella.
Ella era lo que transmitía, libertad, que no libertinaje, color, sin llegar a la saturación, y alegría, que siempre es sana.
En ese sentido la película lo ha logrado, pena como decía de una historia más elaborada.
Verónica Echegui se llevó una nominación en los Goya, así como el vestuario y el maquillaje, aunque no se llevó ninguno. Si un anti Goya, un Yoga a la mejor coreografía.