Kate (Cedric Nicolas-Troyan)

Kate, dirigida por Cedric Nicolas-Troyan e interpretada por Mary Elizabeth Winstead (espléndida en las abundantes escenas de acción), Woody Harrelson, es una película que nada aporta al género de las máquinas de matar (Nikita, Lucy, Anna…), ya saben exagentes del FBI, exmilitares, personas con ansias de venganza que matan gente como aquel que come pipas y deja luego el suelo hecho un cristo.

Aquí la máquina de matar es Kate, la cual después de haber perdido a sus padres, cuando es una niña, se ve consolada en el regazo de un hombre que alienta sus ansias de venganza y la convierte en lo que en la actualidad es: una máquina de matar infalible.Ella, en la treintena, se encuentra cumpliendo un encargo en Osaka, mata a un hombre, frente a su hija. Poco después descubre que ha sido envenenada con polonio. No ha lugar para cuarentenas. Le quedan 24 horas de vida a lo sumo.

En lugar de ponerse a llorar por los rincones, la mujer decide irse de este mundo matando a todo quisque.Quiere saber quién la ha envenado y hacerle pagar por ello.Estas películas apenas difieren de un videojuego.

Ella, Kate, a pesar de estar en las últimas será capaz de ir matando a cuantos hombres se pongan en su camino, a quienes irá ultimando ya sea con armas de fuego, armas blancas, con todo lo que tenga a su alcance. Muy bien ejecutadas las escenas de acción, perfectamente coregrafiadas. La violencia, brutal, es aquí un elemento estético.Las fuerzas le van fallando a Kate, pero en esas pocas horas, como en los videojuegos, en los que el jugador dispone de tres vidas para ir pasando el mayor número de pantallas, aquí el personaje-jugador solo cuenta con una vida, que da mucho de sí, porque Kate pareciera inmortal.

En sus andanzas exterminadoras se ve Kate velando por una niña. La misma a cuyo padre mató. A la cría le va la marcha y esto de ir matando gente parece ser lo más normal del mundo. Ese ese el punto.

El guion es mínimo, los guiones sonrojantes.Al final digamos que a Kate la cual anhelaba retirarse, dejar la vida que lleva, se le abre al menos la posibilidad de la redención, ese hacer algo bien que supone una chuchería escatológica en el tránsito hacia el más allá.

Sea.

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