Carmen Blanco dirige y guioniza Los amores cobardes. Cara a cara entre Eva y Rubén, dos amigos de la infancia que dejan de verse cuando él desaparece inopinadamente. Eva regresa a casa durante un verano. Está de vacaciones pero sigue teletrabajando. Poco a poco Eva y Rubén retoman su relación. Tienen un pasado en común. Se conocen y reconocen. PodÃan ser la pareja perfecta, pero se mantienen en el umbral que separa la amista del amor. Quizás sea la cobardÃa del tÃtulo la que les frena a ambos. O bien que el tren pasa una sola vez, y ya ha pasado y los afectos que ambos comparten no llegan a conformar otra cosa más allá de la amistad.
Carmen apuesta por un tono intimista, naturalista. Su cámara busca una y otra vez el rostro lavado de Eva y Rubén. Importan más los silencios que las palabras, asà la historia crece en la elÃpsis, en lo no contado pero sà intuido.
Funciona la historia gracias a Blanca Parés (Eva). En su rostro o coraza hay algo que parece querer resquebrajarse. La búsqueda es interior, en sus contradicciones, en el pasado que en aluvión Rubén le pone frente a sÃ, Eva irá marcando al carboncillo su ser. No sabe que aflorará en ese dibujo, si le gustará o no lo que verá.
En todo caso será ella. Una naturaleza dispuesta para su asunción. Madurar es eso.
La BSO corre a cargo de McEnroe. Otro acierto