Marea nocturna leerán por ahà que después de 45 años de su estreno, es un clásico y un cinéfilo debe verla a un tiempo con esos ojos y a la vez tomar precauciones, a fin de que sea el espectador, ustedes, sean quienes juzguen sin ideas preconcebidas el estatus o maestrÃa de esta obra que se nos brinda ante nuestras púpilas, ávidas de buen cine, y de fotogramas que queremos forme parte del cieno de nuestra memoria.
La historia transcurre en Santa Mónica, California, en un lugar costero, y por ende turÃstico, donde un joven marine, Johnny Drake, arriba, para sin ninguna pretensión caer rendido a los pies de una mujer llamada Mora. Una mujer poco común, dado que trabaja como sirena en una atracción de feria, y que atesora una belleza y sensualidad patente.
El caso es que los dos últimos novios que tuvo Mora murieron ahogados y Johnny se debate entre poner tierra por medio o jugar sus cartas, aunque el final del juego le depare como premio un traje de madera de pino californiano, esto es, que la Parca le llame a filas.
La pelÃcula tiene una esencia misteriosa y paranormal que me la hace apetecible y atractiva al paladar. Los diálogos son escasos, pero eficaces y esclarecedores y momentos como los del baile conducen al paroxismo. No faltan los rituales, los sueños, las pesadillas, todo ello envuelto en un fino velo que nos hace confundir realidad y ficción.
Nada sabemos de Johnny, apenas nada de Mora (donde las habladurÃas y el malmeter ajeno la hacen más misteriosa si cabe). Lo único claro es que ambos se gustan y se atraen, aunque su atracción pueda ser letal. Mora puede ser una mujer o una sirena y sus cantos ser atendidos por Johnny o no.
Para salir de dudas hay que ver la pelÃcula y disfrutar sus apenas 87 minutos que se pasan en un suspiro (a no ser que Morfeo te trabaje el hueso después de la comida y entonces acabes viendo la pelÃcula en dos tandas, como fue mi caso).
Al joven Johnny le pone cara Dennis Hopper, a quien nunca habÃa visto tan joven (tenÃa 31 primaveras), pues le vi por primera vez en la pantalla grande (Terciopelo azul), cuando la vida ya le habÃa pasado por encima.