Dirección: Will Speck y Josh Gordon.
Título original: Blades of glory
País: USA.
Año: 2007.
Duración: 93 min.
Género: Comedia.
Interpretación: Will Ferrell (Chazz Michael Michaels), Jon Heder (Jimmy MacElroy), Will Arnett (Stranz Van Waldenberg), Amy Poehler (Fairchild Van Waldenberg), William Fichtner (Darren MacElroy), Jenna Fischer (Katie Van Waldenberg), Craig T. Nelson (entrenador), Romay Malco (Jesse), Nick Swardson (Hector), Rob Cordry (Bryce), Scott Hamilton (comentarista).
Guión: Jeff Cox, Craig Cox, John Altschuler y Dave Krinsky; basado en un argumento de Busy Philipps.
Producción: Ben Stiller, John Jacobs y Stuart Cornfeld.
Música: Theodore Shapiro.
Fotografía: Stefan Czapsky.
Montaje: Richard Pearson.
Diseño de producción: Stephen Lineweaver.
Vestuario: Julie Weiss
Vi esta comedia porque tenía oído que se trataba de una de las mejores comedias estrenadas el año pasado. El género de la comedia no me apasiona, entre otras cosas, porque he visto un sinfín de comedias que eran unas memeces, sin la menor gracia, atiborradas de exabruptos y pedorretas escatológicas, que en lugar de una sonrisa, o carcajadas estentóreas lograban aflorar una mueca de fastidio y aburrimiento en el cariacontecido espectador, que era yo.
El tema de la película es lo primero que sorprende. El patinaje artístico asoma de vez en cuando en nuestro televisor, en la 2, donde deleitarnos con los ejercicios acrobáticos de los patinadores. Son precisamente dos patinadores los protagonistas de la película. Dos hombres antagonistas, uno es rubio, Jimmy, el otro moreno, Chazz, uno es magro el otro fondón, uno es fino y delicado el otro grosero y adicto al sexo. En todas las pruebas deportivas a las que se presentan siempre están a la greña, y unas veces gana uno y otras el otro, repartiendo los éxitos y los fracasos.
En unas olimpiadas se ven obligados a compartir el oro tras recibir la misma puntuación por parte del jurado. Sobre el podio se enzarzan en una pelea, lo que les lleva a ser desposeídos de sus medallas por el comité disciplinario y a no poder participar más en ningún concurso o prueba deportiva.
Tras el umbral de la fama les espera el anonimato; uno consigue empleo como vendedor de una tienda de deportes y el otro, colabora en un espectáculo infantil adonde llega las más de las veces mamado hasta que finalmente lo despiden, con su camerino poblado de alcohol y mujeres que no le permiten sanar de su adicción.
Un fan obsesivo le plantea al rubio una solución. Según el reglamento deportivo no pueden participar por separado, pero sí por parejas, así que el rubiales buscará una mujer con la que poder patinar, pero el destino quiere que quien sea su pareja de patinaje no sea una mujer sino un hombre, su mayor enemigo sobre la pista helado, el moreno fondón. Tras limar las asperezas ambos se pondrán a la tarea e irán en busca de oro olímpico. No lo tendrán fácil porque otra de las parejas formado por dos suecos patinadores y a través de su manipulable hermana harán lo imposible, primero filmándoles a escondidas su ejercicio, y luego con actos delictivos para que no puedan concursar.
La película es un cachondeo constante. El contraste entre las personalidades de los patinadores acentúa aún más las notables dierencias que hay entre ellos, que acaban siendo minimizadas cuando patinan y se convierten en uno sólo. Me gusta el humor absurdo y cuando estos llevan a cabo los ejercicios sobre el hielo, uno de ellos debe adoptar el rol de la mujer, pero con la salvedad de que tiene la entrepierna abultada, así que el otro miembro de la pareja hará lo posible para librar esa zona a fin de que aquello no se convierte en el mango de un paraguas.
La ejecución del loto de acero es el no va más y ahí corre uno el riesgo de atragantarse de la risa, así que durante la media hora final recomiendo no comer ni beber nada, ya que desde que el hombre se hizo bípedo, se irguiese y la laringe quedará más baja, corremos el riesgo de ahogarnos.
Me he reído mucho con Patinazo a la gloria, agradezco su humor absurdo e irreverente, su mala uva y unas situaciones algo burras como la puesta en marcha del «loto de acero» en Corea, que permiten tomarnos la historia a cachondeo, relativizar algunas secuencias y pasar un rato muy divertido.