Se titula Suburra y sÃ, es so burra, en la lÃnea de Gomorra. Un frenesÃ, un delirio de violencia. Una ciudad, Roma. El barrio de Suburra, donde campa el hampa. En el escenario polÃticos corruptos que venden su voto a favor de un plan urbanÃstico costero a cambio de unos cuantos millones de euros que irán a pasar a sus bolsillos siempre hambrientos. La polÃtica al servicio del dinero. Por medio, mucho tarado de gatillo fácil, prostitutas que pagan el pato en noches de farra que se van de las manos y acaban con una de ellas como un cadáver oculto en un rÃo, y animales nocturnos que sacan el revolver a las primeras de cambio. LÃos entre bandas. Todo se nos muestra con mucho ritmo y una estética videoclipera, con una violencia, muy explÃcita como coreografiada, donde los malos reciben su merecido.
Magro consuelo, porque es quitar a unos para poner otros. Pues el dinero es insaciable. Lo sabemos todos. Una pelÃcula que ve y que se olvida casi a la misma velocidad.
Suburra (Stefano Sollima)
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