La curiosidad de espiar a los vecinos se ve acrecentada cuando estos realizan juegos eróticos frente a nuestros ojos. Ese poder ver sin ser visto, esta impunidad, no crea otra cosa que una adicción en una pareja joven, que fantasea con hacer ellos lo mismo que ven hacer a los demás, como si una pelÃcula pornográfica en vivo se les ofreciera a diario, y en teorÃa gratis, aunque como luego se verá todo tiene un precio, a medida que se vaya desbrozando la historia, encadenando sucesivos cambios y giros en el guión, más pendiente este de epatar al espectador, que de ofrecer algo consistente y solvente.
Como aliciente la presencia de la voluptuosa actriz Sydney Sweeney, muy desenvuelta sobre las sábanas como contrapunto al gigoló protagonista para quien follar le supone aún menos que masturbarse, despojado de cualquier afecto o sentimiento hacia sus múltiples y ocasionales amantes . Proceder, que como espiar a los vecinos, también genera morbo, atracción y deseo en las mujeres que lo observan, o en el caso de su vecina, lo escrutan.
Demasiado largas me han resultado sus dos horas, sus ires y venirses, como sus venganzas, en una historia muy insulsa.
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