Guión: Alberto Rodríguez y Rafael Cobos López.
Reparto: Juan José Ballesta (Tano), Jesús Carroza (Richi), Vicente Romero (Santacana), Alba Rodríguez (Patri), Julián Villagrán (José María), Manolo Solo (Director del centro), Ana Wagener (Madre de Richi), Maite Sandoval (Madre de Patri).
España 2005
Drama urbano y juvenil
El Bola sigue creciendo. Hay a actores a los que personajes le persiguen a lo largo de toda su carrera, y este es el caso de Juan José Ballesta, que sigue siendo más conocido como “El Bola”, aunque aún tiene años por delante para hacernos olvidar ese papel a base de nuevas y buenas interpretaciones.
Gracias a aquel papel se llevó el Goya al mejor actor revelación. Ahora ya no puede ser aspirante a ese galardón, pero a buen seguro lo será al premio gordo, al de mejor actor, porque cualidades le sobran y en una entrevista reciente por fin ha dicho haber decidido ser actor.
De momento la interpretación la borda, aunque quizás el mérito no sea tanto, porque parece haber interpretado poco, el personaje se parece mucho a él. Por si acaso ya se ha llevado uno de los premios gordos a nivel mundial, la Concha de Plata al mejor actor en el Festival de San Sebastián y vuelve a estar nominado al Goya, pero ahora el grande, el de actor principal.
7 vírgenes se desarrolla en un barrio marginal de Sevilla, donde las pandillas hacen de las suyas y la violencia y la delincuencia es algo con lo que convivir. Por el protagonista desde luego se nos sigue volviendo a la mente “El Bola” de Achero Mañas, por las localizaciones, el referente que nos recuerda es el “Barrio” de Fernando León de Aranoa, pero el conjunto de la película, la amistad entre los protagonistas, las gamberradas con mayores consecuencias de lo que ellos creen y la forma despreocupada de ver la vida, me ha recordado el excelente corto de Daniel Guzmán que también se llevó un Goya, “Sueños”.
No sé si se reflejará bien la vida de los jóvenes en este tipo de barrios, porque para saber eso hay que vivirlo, pero sí es creíble, con lo cual me es suficiente. La dirección a cargo de Roberto Rodríguez da a la película un ritmo que hace no decaer el interés y es fácil identificarse con el protagonista y asistir a alguna de sus correrías o sus conversaciones con una sonrisa en los labios. No tiene momentos muy dramáticos, ni cómicos, más bien su punto fuerte está en el reflejo de la cotidianeidad en la vida de un muchacho cualquiera, que ha dado con los huesos en un reformatorio, mientras por ejemplo su amigo llevando la misma vida es carne de la cola del INEM sin más y cuyo futuro puede estar tan cerca de la cárcel como de acabar como dependiente en un chiringuito.
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