Entrevista aparecida en XL Semanal de fecha 12 de febrero 2006
«En la vida real, menos rodar películas, todo me da miedo»
Siempre polémico y sorprendente, el director de ‘Bailando en la oscuridad’ Rompiendo las olas y ‘Dogville’ estrena ahora ‘Manderlay‘, un inquietante enfoque sobre la libertad y la sumisión. Lo hemos entrevistado en Filmbyen, su imperio cinematográfico cerca de Copenhague. Por Cristina Carrillo Albornoz
Apenas Viaja y nunca sube a un avión. Vamos a charlar con él a Filmbyen, a media hora de Copenhague, la pequeña ciudad construida alrededor de sus estudios de cine donde fundó, a principios de los 90, Zentropa, la central de sus operaciones y proyectos cinematográficos. Con ella, no sólo revolucionó el séptimo arte, sino la economía de Dinamarca. Ya en el despacho, con una máquina ñipper, un piano y un fregadero incluidos, el director danés, tímido aunque siempre sonriente, en permanente lucha consigo mismo y con un pequeño tic en el ojo, pone los pies sobre la mesa. Hablamos de Manderlay, segundo de sus filmes de la trilogía basada en América, que se estrenó en el pasado Festival de Cannes. Un punzante relato sobre la libertad, ubicado en una plantación del sur de EE.UU. en los años 30 que funciona como si la esclavitud no hubiera sido abolida. XLSemanal. En las televisiones americanas no paraban de repetir la escena con la sentencia que usted soltó cuando Manderlay se proyectó en Cannes Lars von Trier. ¿Qué sentencia? «¿Bush es un gilipollas y comete muchas idioteces?»
XL El semanal
LVT Lars Von Trier
XL. sí. La gente cree que es una frase contra América.
L.V.T. Es un error que me cansa y hace que me sienta frágil. Bush no es América, y yo no soy antiamericano. Al contrario, el 6o por ciento de las cosas que he experimentado en mi vida son americanas, así que, de hecho, soy un poco americano. Como no puedo votar, hago películas sobre América. Lo que mata a ese país es lo políticamente correcto.
XL. Por lo demás, la película ha funcionado muy bien.
L.V.T. El estreno fue muy bueno, pero los temas que plantea Manderlay, como el de la esclavitud, son muy duros para los americanos. Les da pavor y vergüenza tratar ese periodo de su historia, prefieren ignorarlo. Hasta el punto de que los actores tuvieron que ser
ingleses, porque los americanos negros no querían participar. Los ingleses son más libres; no tenían reparo en saludarme por las mañanas diciendo bwana
XL ¿En qué sentido habla usted de esclavitud?
L.v.T. La sumisión de un pueblo a otro es parte de la historia de la humanidad y eso se extiende a todas las relaciones per-sonales. En cada uno de nosotros hay un esclavo y un maestro. Lo importante es que prevalezca el segundo.
XL. La película se inspira en el prólogo de la novela de Pauline Reage Historia de O, titulado La felicidad en la esclavitud. La novela, escrita en los 50, cuenta la experiencia de una mujer que se convierte voluntariamente en esclava sexual de su pareja.
XL ¿No es arriesgado presentar la esclavitud como una fantasía sexual en el entorno sociopolítico del sur de EE.UU.?
L.V.T No creo que sea posible separar lo sexual y lo político en la conciencia humana. El deseo de dominación y de sumisión forma parte de nuestros instintos. Y no se puede actuar ni gobernar ignorando ese hecho. La protagonista de Manderlay descubre precisamente lo peligroso que es cambiar el statu quo y que la justicia y la democracia, además de complicadas, son imperfectas. Pero lo que me llamó la atención del relato original es que se trataba de una relación erótica entre una mujer de 40 años y un hombre de 65. En la película que se hizo en los 70 eran jóvenes y atractivos, pero en la realidad ella no era ninguna belleza. Eso es lo más seductor.
XL. A todo el mundo le gusta la gente bella y no creo que a usted le ocurra lo contrario. Si no, no haría películas con actrices como Nicole Kidman ( Dogville )
L.v.T. A lo que me refiero es a que esta Historia de O sólo resulta interesante si la ves desde el punto de vista real. Como todo en el cine. El director es un mago y está bien cuando hace trucos, pero cuando cambia la Torre Eiffel de lugar no tiene gracia. En el cine de hoy, todo es muy fácil, como irreal y perfecto. Basta un simple ordenador y puedes hacer cine. ¿Quieres montañas?, pues presionas un botón. Es una manipulación que me produce repulsión.