Corazones de acero: dura, salvaje y explosiva película dirigida por David Ayer que me ha gustado bastante. Una película de guerra ambientada durante los últimos coletazos de la II Guerra Mundial, cuando los Aliados están ya a punto de llegar a Berlín y ganar la guerra.
Los protagonistas son cinco soldados americanos a bordo de su tanque Fury.
El caos que es toda guerra queda muy bien representado a través de esa metáfora de metal que es un tanque. Desde su interior, los soldados tienen una visión sesgada, parcial, reducida, de cuanto hay su alrededor, donde el enemigo es algo que se mueve entre el humo de las detonaciones.
Algo parecido les sucede a quienes están fuera del tanque, a los soldados que se van desplazando sobre el terreno, tomando colinas, incendiando ciudades, a golpe de plano, sin ser muy conscientes del aporte que su trabajo como soldados tiene para la victoria final.
Uno de los cinco soldados del tanque muere, después de tres años de contienda y Norman, un chaval, mecanógrafo, a su pesar, se convierte en su sustituto. Norman, cándido y bueno, nos permite ver a través de su límpida mirada la brutalidad de la guerra, los cuerpos mutilados, el placer de matar al enemigo, el matar para no morir, la imposibilidad del amor en la guerra, el sexo como mercancía o garantía de supervivencia, etcétera.
Cada uno de ellos se busca la manera de que ese infierno que viven cada día no les afecte demasiado, y no acabar tarados. Al mando de la expedición está Wardaddy (Brad Pitt), que consigue templar los ánimos y mantenerlos unidos, a pesar de que el tanque es un polvorín.
No hay banderas patrióticas, sí mucho barro, sudor, suciedad, campos arrasados, casas incendiadas, muchas explosiones y cascotes y campos anegados de sangre de los muchos muertos. Una película cruda y visceral que no escatima los pormenores de una contienda bélica donde el único objetivo es aniquilar al enemigo. Así que prepararos para ver por ejemplo trozos de cara, lustrando los bajos del tanque.
Aunque el joven sea un héroe, o eso le digan a Norman cuando lo encuentren sano y salvo, eso es lo de menos.
Más que héroes, hubo muchísimos muertos, y sí, hubo quienes estuvieron dispuestos a morir, por defender las vidas de los demás y se fueron al más allá creyendo que hacían lo correcto, que dar su vida en un tanque, en un barco, en un avión o sobre el terreno era la única manera de frenar a Hitler, de parar al ejército alemán, de hacer un mundo más justo y mejor. Y lo consiguieron.
El hecho de hoy escriba esto en castellano y no en alemán es obra suya. Así que gracias a todos los que lucharon y nos regalaron entre otras cosas la libertad que disfrutamos, conquista que desgraciadamente vemos que está en peligro cada día.
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