Año: 2019
País: Italia
Duración: 145 minutos
Director: Marco Bellocchio
Guion: Marco Bellocchio, Valia Santella, Ludovica Rampoldi, Francesco Piccolo
Interpretación: Pierfrancesco Favino, Luigi Locascio, Maria Fernanda Cândido, Fabrizio Ferracane.
Veinte años después de la muerte de Tommaso Buscetta, en el 2000, el director Marco Bellocchio (Bobbio, 1939) aborda la biografía de este mafioso siciliano que decidió tirar de la manta, tras ser extraditado por Brasil, lugar donde había fijado su residencia junto a su mujer y sus hijos, para colaborar con la justicia italiana lo cual supuso la muerte al juez Falcone (asesinado mientras éste iba en compañía de su mujer en un vehículo por la autopista, muriendo a su vez otros agentes de policía que escoltaban el vehículo del juez), encargado de tomar declaración a Buscetta, declaraciones que le granjearon la fama de traidor, vendido, chivato, soplón, un “pentito”, por parte de todos aquellos a los que puso entre rejas, en un macroproceso iniciado en 1986 que envió a la cárcel a más de trescientas personas vinculadas con la mafia, a algunos con varias cadenas perpetuas.
Al comienzo vemos a Buscetta en Palermo con otros miembros de la organización en buena sintonía. Luego comienzan las disputas, los crímenes a granel y la batalla se inclina de lado de los Corleone. No se indaga mucho en el pasado de Buscetta ya que la película se centra en el momento en el que lo capturan en Brasil, trata entonces aparentemente de suicidarse y una vez en Italia decide, para sorpresa de todos, incluso quizás también para él mismo, cantar. Eso es lo importante, saber qué le lleva a hacerlo, creando un precedente que luego otros seguirán. Buscetta necesita creer en lo que hace y si está dispuesto a romper el silencio es porque cree que los que están al frente de la Cosa Nostra han vulnerado sus presupuestos, una vez que asesinan a miembros de la familia (que para Buscetta es intocable), sean mujeres, abuelos o niños, desde los seis años en la creencia de que la mala hierba hay que segarla de raíz.
No obstante cuando los capos como Pippo Calò o Riina se enfrentan a Buscetta estos se abrazan a un mutismo hercúleo del que, curiosamente, solo salen para reprocharle a Buscetta su falta de moralidad. “Mi abuelo se quedó viudo con cinco hijos a los 40 años y no volvió a tomar mujer. Mi madre, a los 36. En nuestro pueblo vivíamos con corrección moral”, le dice Riina -al tanto de los tres matrimonios y siete hijos, dos de los cuales serán asesinados por orden de Riina- a Buscetta en tono recriminatorio, «¿Desde qué púlpito habla este señor? ¿Cómo tiene el valor de hablarme a mí de moralidad por cuestiones de mujeres, siendo él el artífice del fin de los míos, el responsable de la muerte de tantas personas?», replica Buscetta. Los capos se presentan así, silenciosos, impenetrables, ignorantes, con aspecto de palurdos, mientras iban creando el caos y la destrucción a la chita callando. Muy gráfica es la escena en la que se da en las noticias el asesinato de Falcone y en muchos hogares mafiosos hay un estallido de aplausos, botellas de champán, escupitajos a la pantalla, a la imagen del muerto, todos a uno, bajo el grito, “lo hemos matado, lo hemos matado”.
Tras exponerse de esta manera Buscetta entra a formar parte de un programa de protección de testigos en los Estados Unidos, cambiando frecuentemente de domicilio junto a su familia, acompañado siempre de una automática, siempre alerta, pero cumpliendo su sueño, que no era otro que morir en la cama, y no asesinado.
Encarnando a Buscetta está Pierfrancesco Favino (Romanzo criminale, Baciami ancora) que junto a Toni Servillo son dos de los mejores actores italianos vivos, camaleónicos ambos, basta ver algún fotograma de Hammamet, donde Favino da vida a Bettino Craxi.
Favino carga toda la película sobre sus hombros, pero es un atalante y sale airoso. A su lado el actor palermitano Luigi Locascio, (La meglio gioventú, La bestia nel cuore, Mare nero) el cual se prodiga muy poco, dando a vida al mafioso Contorno, dispuesto también a cantar, el cual trae de cabeza a los jueces que lo interrogan con su hablar atropellado y en dialecto, oyendo clamar en la sala una y otra vez que por favor lo haga en italiano. Un Contorno que no se achica y que estalla cuando oye a los capos hablar de honorabilidad: «ammazzano pure i picciriddi appena nati, e questi me li chiamano uomini d’onore?»
Una película (que he visto en Filmin) ambiciosa, bien hilvanada, que a pesar de su duración no resulta para nada pesada, bien dotada de ritmo, para iluminar más los apéndices que las vísceras de una corporación mafiosa, sin lograr arrojar mucha luz, algo que no debe extrañarnos cuando se trata de analizar el mal y vemos que o bien este es pura banalidad o bien como sucede aquí todo queda explicado y dotado de sentido por parte de sus ejecutores por una inadecuada comprensión del concepto del honor.