Viendo Hogar, película de Álex Pastor y David Pastor, cuesta no pensar en Parásitos. Si en la producción coreana una familia que vivía en un suburbio se afanaba en ocupar el espacio de una familia acomodada, aquí será Javier, un publicista de éxito venido a menos, quien intentará recuperar la vida que se le ha escurrido por el sumidero de un día para otro. Para ello está dispuesto a hacer cualquier cosa. A Javier lo interpreta, su homónimo, Javier Gutiérrez, Siempre solvente, ya sea en la comedia, en el drama o incluso en el thriller psicológico como en esta ocasión.
Javier, después de un año en paro debe abandonar su casa espaciosa con espléndidas vistas a la ciudad de Barcelona por otra casa más pequeña, en un barrio. Debe desprenderse también de un cochazo que no le sirve ya para nada. A las entrevistas de trabajo a las que acude le toman por el pito de un sereno, por una antigualla. Es entonces cuando Javier desplegará toda su mente maquiavélica y retorcida, en pos de un único objetivo, sin importarle los medios a emplear ni el daño a causar. Javier tiene una familia que pinta poco en su vida, formada por un hijo del que se ríen en el instituto debido a su gordura y una mujer, interpretada por la actriz Ruth Díaz, que parece encasillada en su rol de la eterna sufridora después de haberla visto en Tarde para la ira, Sordo o en Bajo la piel del lobo, la cual está dispuesta a luchar, a ganarse las habichuelas fregando. Aunque lo que para ella es adaptarse, para Javier eso es rendirse.
El espectador ha de poner mucho de su parte para tragar con muchas de las situaciones inverosímiles que ve en la pantalla. Entender la película casi como un cuento en el que se nos viene a decir que los villanos también tienen derecho a un final feliz.