La Soga (Alfred Hitchcock, 1948)

Tras ver El número 17, una obra de 1932, hoy volvemos al Maestro del suspense con una película significativa en su filmografía por varios motivos, La Soga.

Se trata de la primera película que Hitchcock filmó en color, y tiene ese aire clásico del Technicolor que da un aire especial a las películas antiguas y que es tan reconocible. Además de eso, en el apartado técnico hay que destacar otro aspecto, que es una de la primeras películas rodadas en un solo plano. Bueno, esto no es cierto del todo ya que se notan los cortes entre los planos que componen la película entera. Cada 10 minutos aproximadamente, la cámara se acerca a la espalda de alguno de los actores para seguir al momento con un nuevo plano. Esto se debió a las limitaciones de la época del tamaño de los rollos de película, que impedían poder grabar de seguido más de esos 10 minutos. Aún así, un alarde técnico, como hemos dicho otras veces al hablar de películas rodadas en un solo plano.

La parte «sencilla» de hacerlo es que le historia se basa en una obra de teatro y sucede en un mismo escenario, por lo que el rodaje en ese sentido se hace dentro de un mismo escenario, más sencillo que moverse por Berlín, por ejemplo, en Victoria, cuyo plano secuencia además es completo y sin cortes. Aún así, para poder rodar tuvieron que utilizar paredes móviles que permitieran los movimientos de las pesadas cámaras en color de la época, por lo que nos reafirmamos en que sí, es un alarde técnico que hay que destacar.

Donde también se las trae la película es en la trama, en la historia en si. Sobre todo porque estamos hablando de mitad del s. XX y una pareja de protagonistas abiertamente homosexuales, aunque no se diga explícitamente, que además asesinan por el placer de demostrar su superioridad, aunque el profesor interpretado por James Steward los descubra.

La homosexualidad no era un tema abierto para la época, pero supo saltarse la censura. Para incidir aún más sobre ello, los actores que los interpretan, John Dall y Farley Granger eran homosexuales, y fueron papeles que habían rechazado otros actores homosexuales de más renombre, que no los quisieron para no delatarse, como Montgomery Clift o Cary Grant. En ese punto se vivía por aquel entonces, y en algunos aspectos hasta hoy en día. Sobre el propio Cary Grant se habla entre los invitados a la cena, sobre una película que trata de algo sobre algo… o era simplemente algo. Bueno, el caso es que ya había trabajado con Hitckcock, con quien haría 4 películas. He de decir que siempre lo confundo también con el prota de esta película, James Stewart. Los distingo pero no sé quién ha hecho qué película.

Volviendo a la historia, comienza con el asesinato en pantalla estrangulado (al más fetichista gusto de Hitchcock) de un joven al que los asesinos, estudiantes universitarios, meten en un arcón. Están decididos a dar una fiesta a la que acudirán los padres de la víctima, su novia, un amigo y un profesor de ellos. Quieren así jactarse de poder cometer un crimen perfecto sin ser descubiertos e incluso deciden dar la fiesta usando como mesa el arcón en el que han metido el cuerpo.

Aquí Hitchcock, fiel al principio usado en muchas películas, nos muestra a nosotros como espectadores todo lo que saben los asesinos, pero lo que no saben el resto de invitados a la fiesta. Así el arcón se convierte en un punto de tensión cuando está a punto de abrirse, cuando lo miran con sospecha o cuando la acción trascurre sobre él.

En muchas películas y series actuales se actúa de forma contraria a como lo hacía Hitchcock. La forma de mantener la atención consiste en ocultarnos parte de la información relevante, enseñarnos pistas falsas o personajes que tienen cosas que ocultar que no tienen nada que ver con la trama principal. Es otra forma de ver las cosas, pero mucho más tosca y que hace que muchas veces cuando se revelan los motivos o quien es el asesino, nos sintamos engañados porque no había forma de haberlo descubierto o nos han llevado siempre por pistas falsas.

Hay que hablar también del estupendo diorama que conforma la vista de la ciudad de Nueva York desde el enorme ventanal del apartamento en el que suceden los hechos. No tiene mucha relevancia, es verdad, pero destaca en muchos momentos por su grandiosidad y por lo que llena la pantalla. Como curiosidad, ahí se supone que se da uno de los cameos más extraños de Hitchcock en su filmografía. En un momento dado, creo que es el minuto 56, se ve en el fondo la famosa silueta del orondo rostro del director. Os dejo una imagen para que juzguéis vosotros mismos:

Otra versión sitúa al director como el personaje que se ve caminando al principio de la película, en los créditos iniciales:

En fin, una marca de la casa del director inglés, sin más que la simple curiosidad.

En resumen, una película muy teatral, en una sola (falsa) toma, que tiene implicaciones filosóficas de las que no quiero hablar por culpa de mi profesora de filosofía de COU, porque no llegamos a ver Nietzsche y su teoría del superhombre, y luego nos cayó en la selectividad, así que la filosofía para mi está vetada gracias a ella, un trauma con el que he aprendido a vivir.

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