Suelo decir que me gustan las películas que se salen de lo ordinario en su forma de representar las cosas, o en su forma de contarlas. Que sean originales en alguna medida.
Irreversible era fácil que me gustara. Es una película contada al revés (al tipo de Memento de Nolan, en la que el director confesó haberse inspirado), en plano secuencia, casi en tiempo real y con unos movimientos de cámara en algunas ocasiones de los que marean.
Bueno, siendo justos, el director, el argentino/francés Gaspar Noé, realizó en 2019 un nuevo montaje en el que la historia se cuenta linealmente, al derecho, que resulta más claro, aunque menos original. También hay que decir que el plano secuencia es en realidad falso, las imposibles transiciones que realiza son buena cuenta de donde están los cortes, pero hay más que están disimulados.
Pero es una de esas películas que merece la pena ver, a pesar de su crudeza. Y verla en el cine, tiene que ser una mejor experiencia.
La historia, si queremos simplificarla es la típica de venganza. En este caso Marcus (Vincent Cassel) y Pierre (Albert Dupontel) buscan al que ha dejado a su chica Alex (Monica Bellucci) en coma tras violarla y darle una brutal paliza.
Los pormenores de la historia y de como la cuenta Noé vienen después, y lo que podría ser una película muy típica se convierte en una experiencia única.
Y lo hace desde el principio, con unos créditos que están escritos con varias letras al revés y que además vemos que el cuadro mientras salen los créditos se va inclinando hasta torcerse del todo.
Seguido aparecen, a golpe de música (literalmente) los diferentes apellidos de los interpretes y alguna cosa más y la película empieza con unos movimientos de cámara absolutamente demenciales. La cámara vuela, se agacha, gira,… todo mientras una música chirriante continúa con esa vocación de ponerte mal cuerpo. Pero es que la banda sonora en el principio de la película usa ultrasonidos para hacer esto más agudo todavía.
Así, llegamos tras el periplo inicial de los protagonistas a la primera escena fuertecilla con los nervios ya de punta. En un antro llamado Rectum es donde la pareja de amigos encuentran a su objetivo y (otra vez literalmente) le revientan la cabeza con un extintor, ante nuestra mirada. No daré detalles.
La pareja sigue en su búsqueda (recordemos que se cuenta hacia atrás) por unos barrios y con unas gentes muy poco recomendables. Pero el siguiente y gran punto de inflexión de la película es la violación de Alex.
Curiosamente y con intención de mostrar en toda su crudeza el acto, la cámara, que no hacía más que revolotear y girar se para y vemos toda la violación en un plano fijo a ras de suelo y bastante general, por así decirlo. Noé no se recrea en la violencia, ni realiza un montaje de los que están tan de moda con 100 planos en un segundo. No, nos muestra el terror sin artificios. Y tiene su efecto, sí, porque en ese momento piensas que es algo tal cual, la suerte de esta chica de encontrase con semejante elemento y que es algo que nos podría pasar a cualquiera.
A partir de ahí la película, aunque tiene todavía un «capítulo» (del total de 13) sobre lo que pasa justo antes de la violación, entra en una parte mucho más sosegada visualmente, contando la historia de amor entre los protas, condensado en ese mismo día, ojo y adentrándose en temas más filosóficos. Pasamos también de la noche al día y el final de la historia (que realmente es el principio) se vuelve más naif, bonito y alegórico.
Desde luego Gaspar Noé, que escribe, dirige, es operador de cámara, montador y productor, se las ha ingeniado para sacar de una historia en apariencia sencilla una película que va mucho más allá de esa simple historia que cuenta y a la que le da un estilo propio.
La película se cierra con la frase «El tiempo lo destruye todo» que la dice también la pareja que al principio de la película está hablando en una habitación encima del club donde se inicia/termina la historia. Esta frase dice mucho de la intención del autor con su película.
Le han criticado su violencia extrema y explícita, pero me parece que vemos cosas peores en el cien de terror de hoy en día. Lo que pasa es que sienta peor cuando es algo tan realista como esto y en una película dramática.
Aunque pueda parecer que después de presenciar la violación, a mitad de película, ya está todo contado y se podría apagar, me gusta la segunda parte de la película por su tema filosófico y como redibuja a esos personajes, o mejor dicho, los detalla para darnos una nueva visión de lo que ha sucedido, puliendo lo que ya se ha contado, no con giros inesperados que hacen que lo visto sea diferente a lo que creíamos antes. Simplemente lo pule.
Las interpretaciones entregadas del trío protagonista son destacables. Bellucci y Cassel eran por entonces pareja y ambos están soberbios en unos personajes que veo bien dibujados y a los que al final de la película comprendemos. Al personaje de Pierre (Dupontel) lo veo algo más inconsistente. Es el que acaba matando al violador, pero el resto de la película se la pasa intentando parar a Marcus y Alex le echa en cara que lo dejó porque era de mucho lerele y poco larala. Es algo contradictorio.
Cuenta la leyenda (nunca me acabo de creer estas cosas) que los diálogos son en su mayor parte improvisados, ya que el borrador del guión con el que empezaron a rodar esa sólo de 3 páginas. Vamos, que si me extiendo un poco esta crítica es más larga.
La explicación puede ser que en un principio Noé tenía pensada para la pareja protagonista otra historia, pero fue virando hacia un lado mucho más oscuro. Lo que tenía pensado en un principio acabó convirtiéndose en su cuarta película: Love (2015).
Esta fue la segunda película dirigida por Gaspar Noé. Como curiosidad el hombre gordo que aparece al principio de la película es el protagonista de su ópera prima, Solo contra todos.